De entre los videntes que hoy en día dicen tener locuciones o visiones, hay un grupo bastante numeroso que no quieren revelar su identidad y utilizan seudónimos para firmar sus mensajes. Unos justifican el anonimato por ser mandato de Dios y otros para proteger la intimidad de su familia. ¿Debemos creer los mensajes de los videntes anónimos? ¿es el anonimato un indicio suficiente de falsedad?.
El objetivo del anonimato mediante la utilización de seudónimos, es que una identidad permanezca oculta. En el caso de los auto-denominados videntes, tras el anonimato, subyace (en el mejor de los casos) el humanamente comprensible miedo al rechazo, burlas y persecuciones.
Sin embargo, en el transcurso del tiempo, Dios se ha aparecido a muchas personas, especialmente a niños y ni siquiera a ellos ha concedido el beneficio del anonimato. Podemos preguntarnos si este miedo a las persecuciones de los adultos anónimos, es un indicio de conducta no ejemplar, pues de algún modo, se está anteponiendo la seguridad personal al bien común y al eficaz cumplimiento de la supuesta misión encomendada por Dios. Una relación tan extraordinaria y personal con Dios, ¿no debería disipar toda sombra de duda, miedo y reservas respecto a posibles persecuciones por parte del vidente?¿no es acaso habitual que el vidente asuma la cruz de las persecuciones como parte de su misión profética?.
Jesús nos advierte sobre los falsos profetas para que, con nuestras capacidades, aprendamos a discernir: “cuidaos de los falsos profetas” y también: “por sus frutos los conoceréis”. ¿Cómo podemos conocer los frutos de alguien cuya identidad desconocemos? ¿cómo distinguir al falso del verdadero?. La respuesta a estos interrogantes es obvia: no podemos. Entonces, ¿puede Dios dar un mensaje sin los medios necesarios para que los hombres determinemos su origen divino? ¿cómo cuidarnos de los falsos profetas sin los medios para distinguirlos?.
¿Podemos concluir pues, que todo vidente anónimo es falso? No podemos afirmar tal cosa con total seguridad, pues carecemos de la información necesaria, así que evitaré un juicio categórico al respecto, pero por todo lo dicho anteriormente, la misma carencia de información que nos impide tal afirmación, es también un indicio razonable de que no nos encontramos ante una obra divina. El hecho de considerar falsos los mensajes anónimos, no implica necesariamente considerar que el vidente actúe de mala fe; no es necesario hacerse un juicio personal sobre la autenticidad de los mensajes para descartarlos, no somos jueces, somos prudentes.
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