viernes, 21 de junio de 2013

Los blogs de los falsos profetas



Pero si debemos ser prudentes en cuanto a nuestra decisión personal de leer ciertos mensajes, ¿cuánto más deberíamos serlo a la hora de comunicar dichos mensajes a otras personas?. Abundan en la red blogs y webs que publican y propagan mensajes de numerosas personas de todo el mundo cuyo contenido es a menudo alarmante y catastrófico.
Creo que estos divulgadores, necesitan unos criterios de selección más prudentes sobre los mensajes publicados, pues sin quererlo, pueden estar propagando mensajes falsos y quizás, con una mayor frecuencia que los mensajes verdaderos, por lo que están haciendo todo lo contrario de lo que se supone, pretenden: difundir verdaderos mensajes divinos.

Sin un criterio de discernimiento estamos convirtiéndonos en ciegos que guían a otros ciegos (Mt 15, 14).

No tenemos ninguna obligación de difundir mensajes de los cuales no tengamos la certeza que son verdaderos; pero si lo hacemos y resulta que son falsos, seremos en buena parte responsables del perjuicio que estos falsos mensajes puedan producir en aquellas personas a quienes se lo hemos comunicado.

A la hora de valorar un mensaje, tengamos en cuenta las dos alas de las que nos hablaba Juan Pablo II en su encíclica Fides et Ratio; no nos dejemos llevar por sentimentalismos o intuiciones, de lo contrario a nuestra verdad le faltará un ala para volar; debemos aprender a discernir con todas nuestras capacidades, es decir, con una razón iluminada por la fe.

Con este hilo de entradas sobre los falsos profetas, no pretendo dañar ni difamar a nadie, sino aportar unos criterios válidos de discernimiento que ayuden a otras personas a evitar los engaños. También espero que los administradores de los blogs de supuestos mensajes, tomen conciencia de la importancia del discernimiento y del terrible error de publicar mensajes falsos junto con los mensajes verdaderos, poniéndolos al mismo nivel. Este es precisamente el objetivo de los falsos profetas, ensombrecer a las verdaderas profecías para que nadie las crea.


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